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jueves, 9 de diciembre de 2010

¿CARCELES O PATIBULOS?

Cambiar el sistema carcelario chileno, que viola permanente los derechos humanos fundamentales de los presos, implica un cambio cultural inmenso de todos nosotros.
Frases cotidianas, como “Que se pudra en la cárcel”; “Hay que quebrarle las manos a los delincuentes”. “Le vamos a poner candado a la puerta giratoria de las cárceles”, sólo dan cuenta del desprecio por los derechos de los reclusos.
No se trata sólo de crear penas alternativas, de construir más presidios, o de aumentar la capacidad de los que ya existen. Tampoco se trata, como muchos han dicho a raíz de la tragedia en la Cárcel de San Miguel, de entregar más frazadas o colchonetas.
Todas esas son medidas loables, positivas, que pueden reducir las cifras de hacinamiento, que superan en un 70% la capacidad máxima, de las cárceles chilenas, pero que no llegan al fondo del asunto.
El tema central es el respeto a los derechos fundamentales de los presos. Internalizar como sociedad que debemos otorgarles un trato digno y humanitario y sobre todo ofrecerles las herramientas y las oportunidades para que se reinserten en la sociedad y se sientan parte de una comunidad.
Para ello, como recomienda el Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2010, de la Universidad Diego Portales, es necesario revisar constantemente las condiciones de vida de los reclusos en los recintos penitenciarios.
Lo es también trabajar con todos los sectores de la sociedad para consensuar las reformas estructurales que hay que implantar en el sistema penitenciario de adultos y adolescentes.
Hay que mejorar las competencias de los funcionarios de Gendarmería de Chile para que favorezcan la rehabilitación y resocialización de los internos.
Se requiere un modelo de control judicial de la actividad penitenciaria, que tenga por objetivo central cuidar el respeto de los derechos y garantías fundamentales.
Es importante extender a todo el país el plan piloto de la Región de Coquimbo, que implementa el derecho a la defensa de los condenados durante la etapa de ejecución penal.
Es bueno que el presidente Piñera reconozca que el sistema carcelario chileno es inhumano. Es tener una perspectiva más amplia del problema y no quedarse sólo en amenazar con las penas del infierno a los que delinquen.
Pero tampoco es suficiente. Ahora debe demostrar con hechos que su gobierno tiene la voluntad política para llevar adelante los cambios.
Los medios y los mecanismos están disponibles. Si no se cambia la mirada sobre la estructura carcelaria, se seguirán violando los derechos fundamentales de los reclusos. Entre ellos, el más importante: el derecho a la vida.

9 de diciembre de 2010