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jueves, 31 de marzo de 2011

FUKUSHIMA FUERA DE CONTROL

En la tragedia de Fukushima hay que leer entre líneas. Escudriñar las confusas estadísticas que la operadora nuclear, Tokyo Electric Power (Tepco), entrega a gotas. Mirar lo que señalan los expertos internacionales; las agencias noticiosas responsables, como Kyodo News; escuchar las aseveraciones de las organizaciones ambientalistas.... y luego sacar conclusiones propias.
La primera es que ha habido una cadena de errores fatales, que aún no termina. A tres semanas de la crisis queda en evidencia que ésta ha sido manejada de una manera caótica, para decir lo menos.
El mundo entero vio como en forma desesperada helicópteros vaciaban agua de mar sobre los reactores, mientras carros cisternas con largas mangueras, intentaban bajar la temperatura de los reactores atómicos en proceso de derretimiento. La pregunta, es ¿en qué manual del manejo atómico aparecen esas acciones para enfrentar una catástrofe de esta naturaleza?. La respuesta es: en absolutamente ninguno.
Otros se preguntan, ¿por que cuando Tepco decidió comenzar a enfriar los reactores con agua de mar, no tomó al mismo tiempo las providencias para obtener agua dulce y continuar el proceso?. Esa descoordinación fue fatal, porque la sal marina se cristalizó en la superficie de las barras de combustibles de los reactores, impidiendo hasta hoy un enfriamiento real. El agua dulce habría ayudado hace más de 10 días a reducir el problema.
Los días pasan y la población japonesa e internacional sigue sin saber cuál es la real proporción de la catástrofe. Las conjeturas continúan, mientras el gobierno y los administradores de los reactores, siguen mostrando una descoordinación que da miedo.
Las advertencia a la población civil también dejan mucho que desear. Tuvieron que pasar más de dos semanas para que el gobierno entregara las mediciones de la contaminación radiactiva del aire, del agua, de la leche y las verduras. Resultados, que no se han entregado en forma sistemática, es decir día a día, como ocurrió en muchos países de Europa central después del desastre de Chernóbil.
Todos podemos ver que las mediciones de la contaminación liberada son esporádicas y contradictorias, señalando majaderamente que no significan peligro para la salud humana.
La verdad es que en Fukushima hay radiaciones que en poco tiempo pueden ser mortales para los seres humanos. Hace un día, datos oficiales de de las autoridades atómicas responsables del Japón, entregadas en forma sibilina, indicaban que basta con que un ser humano se exponga un cuarto de hora a esa radiación, para que, con un cincuenta por ciento de seguridad, fallezca en pocas semanas.
¿Dónde está la verdad?. El Instituto Central de Meteorología y Geodinámica (ZAMG) de Austria asegura que las emisiones de radioisótopos volátiles de yodo y cesio son en la magnitud de la catástrofe de Chernóbil. Por su parte, el Instituto de Radioprotección y de Seguridad Nuclear (IRSN), de Francia a dos semanas del terremoto estimaba en un dieciseisavo las emisiones japonesas comparadas con las de Chernóbil.
Lo más terrible, aún no se sabe cómo y por donde la radioactividad llega al medio ambiente. Durante días aseguraron que los contenedores estaban intactos. Hoy todo el mundo sabe que no es así.
En los últimos días la situación se ha complicado más, al descubrirse en el suelo plutonio, el más radio toxico de todos las elementos del reactor.
Da la impresión que desde el 11 de marzo los responsables van detrás de los acontecimientos. Nadie sabe el plan para los próximos días, semanas o meses venideros.
Resulta incomprensible, por otra parte, que se nieguen tozudamente a la extensión de la zona de evacuación, por lo menos en un radio de cuarenta kilómetros, considerando el drástico aumento de la radiación local. El yodo 131 supera en más de cuatro mil veces el límite legal. Mientras más lejos esté la gente de la central destruida, más posibilidades tiene de no contaminarse radioactivamente.
31 de marzo de 2011

viernes, 18 de marzo de 2011

48 HORAS DECISIVAS EN FUKUSHIMA

Si se puede impedir aún el gran desastre atómico en Japón se verá en las próximas 48 horas. A más tardar este fin de semana se sabrá si aún es posible hacer algo en los semi destruidos reactores. „Hacer algo” significa enfriarlos. Si eso no se logra, la catástrofe será mayor.
Aunque la Tokyo Electric Power Company sigue entregando información vaga e imprecisa, la preocupación principal de los expertos internacionales es la situación en que se encuentran las piscinas de combustibles usadas en las distintas unidades.
Se cree que incluso pueden haber llegado a vaciarse por completo.
El combustible gastado, debe mantenerse refrigerado en forma constante en inmensos contenedores con agua. Si no hay agua, se calienta y emite enorme cantidades de radiactividad, especialmente cuando el combustible es una mezcla de uranio y plutonio, como es el caso del reactor 3.
Crítica es también la situación en el reactor 4, que al momento del terremoto estaba desconectado por razones de mantenimiento. La gran cantidad de barras de combustibles se encontraba en piscinas, en las que se presume hoy no hay agua o hay muy poca. El martes pasado se originó allí un incendio y luego una explosion que dejó una gran grieta en la pared del edificio. Al día siguiente, o sea el miércoles, se produjo un nuevo incendio, que destruyó gran parte de la sala del reactor. Desde entonces, dos trabajadores se encuentran desaparecidos.
Si en los próximas 48 horas no se lográ allí elevar el nivel de agua de las piscinas donde se encuentra el combustible atómico utilizado, la liberación de la radioctividad será enorme. Esa es la lucha desesperada que llevan a cabo los helicópteros y los bomberos japoneses.
Si no lo logran, las barras de combustibles estarán prácticamente al aire libre,lo que hará imposible que alguén se acerque. En la práctica no habrá nada más que hacer. „Alea jacta est“.
18 de marzo de 2011

martes, 15 de marzo de 2011

RADIACION NUCLEAR: VIVIENDO CON EL ENEMIGO

El comisario europeo de la Energía, Günther Oettinger, ha calificado de "apocalipsis" el accidente nuclear de Japón y asegura que las autoridades locales han perdido el control de la situación en la central de Fukushima. La radiación puede alcanzar niveles peligrosos para la vida. No sólo para vida humana. Para la vida en general.
Los principales elementos radioactivos liberados en Fukushima son:
Yodo: El yodo en su forma natural es muy importante para el organismo humano. Se encuentra sobre todo en los mariscos y en los pescados. La tiroides es el órgano que procesa el yodo natural. En las reacciones de fisión en un reactor nuclear o en una explosión nuclear surgen los isótopos de yodo radiactivo o yodo-131. Esta sustancia cuando se libera en el medio ambiente es acumulada en la tiroides de los seres humanos, glándula que no puede diferenciarlo del natural.
El yodo radioactivo es una sustancia muy volátil que puede ser rápidamente transportado a largas distancias por el aire. En Chernóbil, en las primeras semanas después de la catástrofe, fue la principal fuente de contaminación de los alimentos, por ejemplo de la leche fresca. La vida media de yodo-131 es de 8,2 días. Después de ese lapso su presencia en el aire se reduce en un 50 por ciento y así sucesivamente.
La repartición de tabletas de yoduro de potasio, conocidas popularmente como pastillas de yodo es para “bloquear” la glándula tiroides de la absorción del yodo radioactivo y prevenir así la aparición de posibles futuros cánceres.
Cesio: Existe en pequeñas cantidades en la naturaleza. Pero el isotopo radioactivo cesio-137 es producido por la fisión nuclear. Después de la catástrofe de Chernóbil, hace 25 años, se escapó al medio ambiente. El mismo que en Japón ya puede estar en la atmosfera o en las aguas evacuadas procedentes del núcleo del reactor, por el desastre nuclear en marcha.
Libre en el entorno es absorbido por los animales y las plantas. Así puede llegar a los alimentos, a las carnes y al pescado, a la leche y a las verduras.
Las altas concentraciones de cesio-137 dañan el tejido muscular y los riñones de los seres humanos. Se distribuye con rapidez por el cuerpo de manera que contamina todo el organismo. Tiene una vida media de 30 años, es decir ese es el tiempo que transcurre para que la cantidad original presente en el medio ambiente se reduzca a la mitad.
Plutonio: Este metal pesado, radioactivo y altamente tóxico, es utilizado como combustible en los reactores nucleares. En la naturaleza existe en ínfimas cantidades, pero surge en cualquier reactor nuclear como un subproducto de la fisión de los átomos de uranio. Su vida media tiene la friolera de 24.000 años. Después de ese lapso su radioactividad se ha reducido a la mitad. Si el plutonio es captado por el organismo puede provocar diferentes tipos cánceres.
Radioactividad: Es la propiedad de ciertos núcleos atómicos para transformarse, sin influencia externa en otros núcleos. Esta energía se emite en forma de rayos alfa, beta o gamma. Es producto de reacciones nucleares en los reactores. La radioactividad no se puede probar, sentir, oler o ver.
La radioactividad puede destruir las células del cuerpo de manera irreversible. El daño depende de la duración, la naturaleza, el tejido afectado y de la intensidad de la radiación. Los expertos distinguen entre los efectos agudos y tardíos. Ya la radiación en dosis bajas puede provocar mutaciones genéticas y por lo tanto causar cáncer a largo plazo, como la leucemia y el cáncer de tiroides. Las dosis altas causan fiebre, náuseas, ardor de la piel y la boca, pérdida de cabello, hemorragias internas y la muerte.

15 de marzo de 2011

domingo, 13 de marzo de 2011

CRISIS NUCLEAR EN JAPÓN: LO QUE ESTA SALIENDO MAL PUEDE SER PEOR

Lo que ocurre en la central nuclear de Fukushima no es ninguna sorpresa. Todo aquel que se interesa en el tema, sabe que después de un terremoto de esa magnitud puede ocurrir una fusión dando origen a una catástrofe con consecuencias fatales para los seres humanos y el medio ambiente. Otra cosa es que por intereses económicos no lo quieran aceptar.
Fusión nuclear, en sencillo, es el derretimiento, la licuación del núcleo del reactor que por medio de explosiones puede dañar el contenedor de seguridad y liberar a la atmosfera gases y partículas altamente radiactiva.
Si eso llega a ocurrir el panorama se pone negro, muy negro.
Tan sombrío que ya comienza a operar factores sobre los que no tenemos ningún control. Por ejemplo, el viento.
Los japoneses rezan para que el viento sople desde la tierra hacia el mar. Que no gire en dirección a Tokio, la capital de 30 millones de habitantes.
Pero eso es sólo una esperanza. Las agencias meteorológicas niponas indican que el viento que va al mar es débil en estos días; mientras que es fuerte hacia el sur y el oeste. O sea, la posibilidad de que la contaminación radiactiva alcance las grandes ciudades es inmensa.
Tampoco está claro si la crisis ha llegado a su apogeo.
Siguen las fuertes réplicas, que no podemos predecir. Con una infraestructura nuclear ya golpeada y debilitada un nuevo sismo puede significar la fina diferencia entre la vida y la muerte.
Y no estamos hablando de un sólo reactor, sino de tres que están hirviendo en Fukushima. A eso se agrega la reciente declaración de emergencia por la alta radioactividad en la central de Onagawa. La información la entrega la Tokyo Electric Power Company, caracterizada por sus falsedades y culpable de muchos accidentes nucleares en Asia, los que nunca llegan a los oídos de los comunes mortales.
Todo ha salido mal en Japón en los últimos días. Primero un terremoto de 8.9 grados Richter, más de lo que el diseño de la central puede resistir, aunque Jorge Schaulson*, diga lo contrario.
El terremoto hace colapsar el sistema de refrigeración de los reactores al no contarse con electricidad. Entran a operar las bombas refrigerantes alimentadas con diesel, las que sólo sirven hasta que el tsunami las inunda y destruye, cuarenta y cinco minutos después del terremoto.
La esperanza que queda es utilizar un tercer sistema de refrigeración, alimentado por baterías y secundado con maniobras de evaporación, pero que se demuestra insuficiente para enfriar los reactores.
El núcleo del reactor está tan caliente, más de 2000 grados centígrados, que separa el hidrógeno del agua. El oxigeno libre forma una mezcla explosiva que con una chispa provoca la explosión, vista en todo el mundo, que destruye el edificio y deja escapar el gas.
Hasta ahora dicen que los contenedores de seguridad no están dañados y que la fusión del núcleo tiene lugar en su interior.Ojala sea así.
Los próximos días serán una carrera contra el tiempo, ya que hay que enfriar los reactores para evitar una catástrofe mayor. Para ello anunciaron el uso de agua de mar, lo que fuera de parecer una solución „a la chilena“, es puesta en duda en su eficacia por muchos expertos.
Y que significa además la inutilización para siempre de los reactores, cuyo valor es de miles de millones de dólares.
Me gustaría que dijeran algo los políticos como Eduardo Frei*, Sergio Bitar* y Ricardo Núñez*, defensores acérrimos de la opción nuclear. O el biministro Golborne*. O los irresolutos perennes, como Ricardo Lagos*, que por años están con la cantinela de “que no hay que rechazar ninguna opción”, de que “quizás sí o tal vez no”, de “que podría ser”.
Les ofrezco la palabra

13 de marzo de 2011
* Políticos chilenos de diferentes pelajes con el común denominador de ser pro energía nuclear.