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martes, 11 de mayo de 2010

FIDEL CASTRO SE LLEVÓ MI BOLIGRAFO

No es mentira ni ansias de protagonismo, pero Fidel me debe un lápiz pasta, como le decimos en Chile a los bolígrafos.

Fue el año 1971, en noviembre. Para ser más exacto, durante su visita a Huachipato, la siderúrgica chilena de elaboración de acero, más importante de Latinoamérica en esos tiempos.

“Dame tu bolígrafo, chico”, me dijo y sin esperar a que yo asintiera se lo tomó. Yo, un imberbe periodista, no me atreví a reclamar. Nunca me lo devolvió.

La verdad es que Castro, ese día, quedó con la boca abierta, cuando le contaron que la producción de acero superaba las 600.000 toneladas anuales. Necesitaba anotar todo lo que le decían los ingenieros a su alrededor.

Era un buen bolígrafo y ojala que aún lo conserve. Si así fuera me gustaría que lo utilizara para buenas acciones. Por ejemplo, para firmar la tarjeta blanca* de Yoani Sánchez y de tantos otros miles de cubanos.

Justo mientras escribo estas líneas me entero que hace unos días instalaron en Caracas una estatua de Fidel. Exactamente en la esquina de Padre Sierra. Primero tuvieron que correr un McDonald´s para que hubiera coherencia ideológica.

No he podido verlo aún en Internet y ni siquiera sé si es estatua o sólo un simple busto,

Es de mal gusto, esto de los monumentos a los vivos y espero que en éste, por lo menos, haya un bolígrafo presente. Si es una estatua, que lo tenga en una mano o en un bolsillo de su camisa guerrillera. Si sólo es una cabeza, puede ser en una oreja del octogenario comandante.

11 de mayo de 2010

*Para viajar, los cubanos necesitan una autorización que se conoce como el permiso de salida o la tarjeta blanca.

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