Hace un año atrás, me llamaban y escribían amigos y familiares que viven en el extranjero, emocionados por el heroico esfuerzo en rescatar a los 33 mineros enterrados vivos.
Nunca Chile había tenido un rostro tan positivo. El mundo entero nos veía como un país serio, eficiente, con inventiva, pero sobre todo, como un país profundamente humano y solidario con sus trabajadores accidentados. Eran los días gloriosos del „hazlo a la chilena“.
Fue esa imagen la que hizo ironizar al documentalista de Estados Unidos Michael Moore: “la próxima vez que tengamos un derrame en el Golfo de México, llamemos al Gobierno de Chile. Sabrá qué hacer".
Por supuesto, que como muchos ven el mundo y la vida con las antiparras de la economía, hasta se calculó cuánto habría costado tener esa imagen a través de una campaña publicitaria: la exposición en TV, portadas de diarios, internet y radio en el mundo, como la que tuvo Chile, habría significado entre 1.000 y 2.000 millones de dólares.
Todo ese inmenso capital intangible, que nos conectaba positivamente con un mundo globalizado está siendo destruido rápidamente por el gobierno de Piñera.
Primero fue la aprobación del proyecto HidroAysen, sin considerar su impacto ambiental en uno de los últimos territorios vírgenes del planeta. Prácticamente todas las opiniones en el extranjero señalan que el proyecto, calificado incluso como obsoleto y primitivo, es un desastre para la Patagonia chilena. La guinda de la torta la colocó el editorial del The New York Times, que indica que la construcción de las represas significará un “daño irreparable” para el medio ambiente.
En estos días, el mundo no entiende que el estado chileno no asuma la educación como su principal responsabilidad. Es incomprensible, para un uruguayo, un francés o un finlandés, que las familias tengan que pagar gran parte del costo de la educación de los niños y que por ello la calidad de la misma dependa de sus posibilidades económicas.
¿Cómo entender, que en los años sesenta, cuando Chile era ocho veces más pobre tenía educación pública financiada por el estado?.
Duele, aunque sea verdad, que escriban que en nuestro país existe un apartheid educativo. Donde los pobres tienen menos chance que los ricos. Un país donde los niños pobres se educan en escuelas de baja calidad en „escuelas basurero“ y los ricos en escuelas de alto nivel.
En Chile, escribe un periódico suizo, la separación socio económica de las escuelas es la mayor del mundo. Por eso, agrega, la UNESCO apoya la exigencia de los estudiantes, de los profesores y de toda la sociedad por un derecho a una educación de calidad para todos, independiente de sus ingresos económicos.
La violenta represión policial de los últimos días tampoco ayuda a nuestra imagen internacional. “Prügel statt Bildung“, lo que en chileno sería „lumazos en vez de educación“, titula el Frankfurter Rundschau, uno de los periódicos más importante de Alemania. Otras publicaciones recuerdan cuando Pinochet sacaba a miles de policías a la calle para reprimir el creciente descontento popular.
Hasta el „ollazo“** del pasado jueves –decir cacerolazo siempre me ha parecido cursi- es recordado con reminiscencias por diferentes publicaciones latinoamericanas y europeas. Como escribió aquel barbudo famoso, parece que en mi país la historia se repite una vez como tragedia y luego como comedia.
6 de agosto de 2011
*Chilenismo, golpe dado con bastón policial, hecho de madera de luma, particularmente dura.
** Manifestación de descontento, golpeando acompasadamente ollas, cacerolas y otros utensilios domésticos a una hora acordada de antemano.
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sábado, 6 de agosto de 2011
sábado, 5 de junio de 2010
NI TERMOMETROS NI SEMAFOROS
Usar el termómetro a cada rato, no baja la fiebre. Creo que fue José Joaquín Brunner, ex ministro de Educación, el que lo dijo refiriéndose a la prueba SIMCE*.
Una frase acertada. Nunca he entendido por qué esa prueba es censal y no muestral. Es decir, porque todos los años, todos los colegios deben darla. ¿No sería más sensato, escoger una buena muestra representativa y dejar al resto trabajar tranquilo sus planes de desarrollo?.
Ahora Lavín agrega al termómetro, un semáforo, que indica en que nivel se encuentran las escuelas del país.
Obvio que los padres y apoderados deben tener información de la calidad de los colegios que sus hijos visitan. Pero hacerlo de esa manera simplona no ayuda mucho.
Imaginemos una escuela vulnerable que hace dos años tenía 210 puntos SIMCE. Con un trabajo sostenido de toda la comunidad escolar, o sea, la dirección, los maestros, los niños y los padres y apoderados, sube hoy a 240 puntos.
Un gran avance. Pero igual va a ser estigmatizada con rojo en el semáforo SIMCE. El esfuerzo mancomunado del colegio se transformará en decepción, desánimo, apatía.
¿No sería más inteligente ofrecerles a los padres un informe que de cuenta de la evolución del colegio?. De sus avances o retrocesos en el tiempo. Del proceso.
Hoy miraba en un diario el mapa metropolitano de estos semáforos de colores. Verde el oriente, rojo y amarillo el poniente.
¿No refleja eso, una vez más, la segregación socio económica de nuestro país?
Lo que propone Lavín es una medida superficial.
Me gustaría que fuera al quid del problema. Por ejemplo, ¿como se van a lograr directivos educacionales de excelencia?. ¿Cómo obtener un buen uso de las subvenciones preferenciales?. ¿Cómo alcanzar una formación docente rigurosa en escuelas de educación de calidad?. ¿Cómo implementar la lecto escritura en el sistema básico?.
O sea, acciones de fondo con metas claras.
5 de junio de 2010
*Sistema de Medición de la Calidad de la Educación
Una frase acertada. Nunca he entendido por qué esa prueba es censal y no muestral. Es decir, porque todos los años, todos los colegios deben darla. ¿No sería más sensato, escoger una buena muestra representativa y dejar al resto trabajar tranquilo sus planes de desarrollo?.
Ahora Lavín agrega al termómetro, un semáforo, que indica en que nivel se encuentran las escuelas del país.
Obvio que los padres y apoderados deben tener información de la calidad de los colegios que sus hijos visitan. Pero hacerlo de esa manera simplona no ayuda mucho.
Imaginemos una escuela vulnerable que hace dos años tenía 210 puntos SIMCE. Con un trabajo sostenido de toda la comunidad escolar, o sea, la dirección, los maestros, los niños y los padres y apoderados, sube hoy a 240 puntos.
Un gran avance. Pero igual va a ser estigmatizada con rojo en el semáforo SIMCE. El esfuerzo mancomunado del colegio se transformará en decepción, desánimo, apatía.
¿No sería más inteligente ofrecerles a los padres un informe que de cuenta de la evolución del colegio?. De sus avances o retrocesos en el tiempo. Del proceso.
Hoy miraba en un diario el mapa metropolitano de estos semáforos de colores. Verde el oriente, rojo y amarillo el poniente.
¿No refleja eso, una vez más, la segregación socio económica de nuestro país?
Lo que propone Lavín es una medida superficial.
Me gustaría que fuera al quid del problema. Por ejemplo, ¿como se van a lograr directivos educacionales de excelencia?. ¿Cómo obtener un buen uso de las subvenciones preferenciales?. ¿Cómo alcanzar una formación docente rigurosa en escuelas de educación de calidad?. ¿Cómo implementar la lecto escritura en el sistema básico?.
O sea, acciones de fondo con metas claras.
5 de junio de 2010
*Sistema de Medición de la Calidad de la Educación
Etiquetas:
educación chilena,
simce
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